lunes, 4 de agosto de 2008

::: autonomía y dispersión

franco ingrassia
f_ingrassia@riseup.net


“Es cada vez una cuestión concreta la de saber si la transformación histórica alcanzó el punto en el que las antiguas categorías y el antiguo método deben ser reconsiderados.” [1]


01.
Para convertir el legado de Castoriadis en una herencia operativa en nuestras condiciones es necesario comenzar por elucidar las suyas. Su obra y su militancia emergen con intensidad en el capitalismo europeo de posguerra, en medio de un descomunal proceso de recomposición económico-social del cual será un testigo temprano y sagaz.

02.
Esta recomposición será percibida, por Castoriadis y su generación, como un momento histórico determinado por una forma de poder centrada en la fijación, en la articulación estable de las relaciones entre los cuerpos, los nombres, los lugares y las prácticas[2]. En esta etapa, el capitalismo responderá a la “cuestión social” con la lógica de la estabilidad estructural. Se trata de la intensificación del proceso de subsunción real de lo social en la relación-capital. Castoriadis nombra esta intensificación como alienación. Y se concentrará en analizar la incidencia del capital como poder, sus fijaciones y disciplinamientos, su matriz de producción subjetiva, su capacidad de alienación.

03.
Es así como encontrará en el par conceptual instituyente/instituido una de las claves para constituir una nueva ontología de lo social. Una matriz insistirá a lo largo de “La institución imaginaria de la sociedad”, aquella que opone la estructura al proceso, la estabilidad estructural a la morfogénesis, en la tensión entre la lógica conjuntista identitaria y la lógica magmática.

04.
Pero Castoriadis destacará también la primacía de la actividad configurante sobre toda configuración histórica posible. Situará sobre esta primacía la apuesta por el proyecto de autonomía. Conocemos el nombre que le otorga a lo que constituye el núcleo irreductible de esta dinámica instituyente, productora de infinitas formas: imaginación radical. Pensemos por un momento a la imaginación radical como nombre de la potencia, como nombre de aquello que opera más allá del poder y sus configuraciones. Como una excedencia. Situemos allí la experiencia de la autonomía como morfogénesis, como constitución de una figura subjetiva nueva, “reflexiva y deliberante”. Está claro lo que, en la época de Castoriadis, constituye su mayor enemigo: la alienación.

05.
Pero Castoriadis se cuidará de aclarar que este enemigo es, a su vez, presupuesto necesario: “la autonomía no es, pues, elucidación sin residuo y eliminación total del discurso del Otro no sabido como tal. Es instauración de otra relación entre el discurso del Otro y el discurso del sujeto.”[3] De hecho, condicionará la existencia de lo histórico-social a la permanencia de la dualidad entre proyecto de autonomía y alienación, afirmando que “la eliminación total del discurso del Otro, no sabido como tal, es un estado no-histórico.”[4]

06.
Tenemos ya la matriz sobre la que opera tanto el proceso de elucidación como la construcción de alternativas: “El problema de la autonomía radica en que el sujeto encuentra en sí mismo un sentido que no es suyo y que debe transformar, utilizándolo.”[5]. La autonomía es un proceso de transformación de los sentidos producidos por la alienación; es la actividad configurante que desconfigura lo instituido para recomponerlo según formas nuevas. Esta matriz de oposición entre autonomía y alienación permitirá a Castoriadis construir una hipótesis fuerte sobre la producción de subjetividad en sus condiciones.

07.
Pero ¿en qué punto podemos decir que sus condiciones ya no son las nuestras? Es preciso detenerse en la frase “avance de la insignificancia” y situar a partir de ella, en toda su dimensión, lo que Castoriadis mismo nominará, en los años 90, como “crisis de la crítica”.

08.
La insignificancia, o más precisamente su avance, no encuentran lugar en la matriz conceptual y las hipótesis centrales de “La institución imaginaria de la sociedad”. Entre, por un lado, la estabilidad estructurante y las alienaciones de la lógica identitaria y, por el otro, la movilización instituyente de la imaginación radical promovida por las experiencias de autonomía, sólo es posible situar este avance como una fuerza de descomposición, tanto de una modalidad de la experiencia histórico-social como de las categorías y el método propuestos para elucidarla.

09.
Y podemos arriesgar aquí una hipótesis: el avance de la insignificancia puede ser considerado como una lectura fenomenológica de aquello que el esquema teórico de “La institución imaginaria de la sociedad” ya no puede captar, pero que puede ser pensado según el concepto de dispersión.

10.
La dispersión es aquella fuerza que actúa desvinculando los pares autonomía/alienación, instituyente/instituido. El esquema de presuposición recíproca, aquello que Hegel llamaría determinación reflexiva, queda profundamente trastocado. Asistimos a la emergencia de la siguiente tendencia: los procesos de subjetivación deberán enfrentarse no tanto o no sólo con las significaciones socialmente instituidas sino también, y por sobre todas las cosas, con la insignificancia que produce la dispersión.

11.
La violenta irrupción de la dispersión desarticula significativas porciones de nuestros esquemas de pensamiento heredados: entre territorialización y desterritorialización, autonomía y heteronomía, poder y resistencia, capital y trabajo, estructura y acontecimiento nos vemos forzados a acostumbrarnos a ver emerger este problemático tercer término (que no es acontecimiento, ni inconsistencia, ni vacío ni mucho menos negatividad). La dispersión caotiza los juegos hasta ahora jugados y vuelve sus reglas completamente difusas, presentándose ante nosotros como un auténtico desafío de pensamiento. ¿Con qué conceptos, de acuerdo con qué lógicas, a partir de qué hipótesis podremos pensar en la dispersión?

12.
La dispersión como desfondado suelo ontológico: la inestabilidad y el desdibujamiento del territorio de despliegue de las múltiples iniciativas instituyentes. Estas son las condiciones en las que debemos vivir y pensar. Las condiciones contemporáneas para cualquier proyecto de autonomía que pueda imaginar y construir nuevas formas de vida.

13.
Es decir que la principal amenaza para cualquier proyecto contemporáneo de autonomía no es el peso aplastante de lo instituido sino las propiedades disipativas de la dispersión. Y recién estamos comenzando a poder pensar hasta qué punto esto trastoca la forma en que considerábamos los procesos de subjetivación y de resistencia.

14.
Las empresas recuperadas por sus propios trabajadores plantean este problema en toda su intensidad: el principal enemigo de un colectivo de trabajadores que intenta producir una experiencia de autogestión no es la acción heterónoma del Estado o del Capital sino la disipación de la fuerza de trabajo, la dispersión de los ex-trabajadores asalariados, su reabsorción en otras situaciones productivas pre-existentes, antes de que el proceso de autogestión consiga producir un nuevo ciclo productivo que dote a la figura subjetiva del obrero sin patrón de una base material y de la capacidad de la reproducción de su fuerza de trabajo. Detengámonos una vez más en el nuevo elemento que descompone el esquema: el antagonismo entre la heteronomía del capital y la autonomía obrera es inundado por la dispersión producto de las dinámicas financieras.

15.
Lo instituido es afectado por las dinámicas dispersivas antes que por la actividad instituyente del proyecto de autonomía. Pero la dispersión y su poder de desconfiguración afectan también a los procesos autónomos que no existen ya como actividades intersticiales en medio de una sociedad saturada de alienación sino que se mueven en el territorio difuso de la insignificancia, siempre amenazados por la descomposición y la variabilidad constante del entorno.

16.
El poder se vuelve postestructuralista. No opera ya por fijación sino por modulación de recorridos “libres”. El capital financiero (es decir, el movimiento incierto del capital) hegemoniza al capital productivo (es decir, el movimiento predecible del capital). Esta nueva lógica no necesita del predominio de la estabilidad sino de la inestabilidad generalizada, es decir, de la dispersión. La ausencia de fricción que permita activar, por modulación y de forma inmanente, los procedimientos de morfogénesis que mejor se adecuen, en cada momento, a “las inciertas demandas de un mercado cambiante”.

17.
En medio de un proceso de mutación tan profundo, que afecta tanto a la presentación misma de lo histórico-social como a las lógicas de pensamiento que permiten operar sobre ella, una hipótesis queda reafirmada: aquella que identifica al sujeto como “la instancia activa y lúcida que reorganiza constantemente los contenidos, ayudándose de estos mismos contenidos, y que produce con un material condicionado por necesidades e ideas, mixtas ellas mismas, de lo que ya encontró ahí y de lo que produjo ella misma.”[6]. Sólo esta actividad de reorganización constante, de recombinación incesante de los elementos disponibles, permite la persistencia y el desarrollo de una experiencia de autonomía.

18.
De lo que se trata es de poder generar, en un contexto de dispersión, formas de cohesión alternativas a las generadas por los circuitos de valorización del capital. En este sentido, las prácticas militantes se reformulan, centrándose en la constitución de secuencias autónomas de reproducción de la vida social, en las cuales la política pierde la centralidad de antaño, para componerse con las distintas dimensiones económicas, afectivas y culturales de la comunidad.
19.
Allí donde lo social se presente como dispersión, será necesario un trabajo de doble invención: en primer lugar habrá que crear las formas de cooperación autónoma que produzcan el lazo social y en segundo lugar habrá que producir los procedimientos políticos capaces de trabajar en las inconsistencias de estos dispositivos de actividad común, procedimientos que eviten su cierre reabriendo constantemente procesos de autoalteración y recomposición social.

20.
Las gramáticas de los nuevos movimientos sociales parten de la hipótesis de que la conflictividad social no deja reconducirse ya a oposiciones simples: la complejidad, la multiplicidad y la inestabilidad son los elementos que constituyen el plano en el que se despliegan tanto los procesos de heteronomía del capital como las experiencias autónomas, con lo cual las fronteras son difusas (pero no inexistentes), existiendo constantemente dinámicas vertiginosas de reapropiación bidireccional de los conceptos, las prácticas y los dispositivos.
21.La constitución de una esfera pública no estatal busca partir de las capacidades específicas de cooperación autónoma que ya existen en la sociedad (y que, incluso, constituyen la condición de posibilidad de la producción posfordista y la gestión estatal poskeynesiana) reorientando sus potencialidades a dinámicas del hacer social que no separen a los hacedores de su propio hacer. Dispositivos capaces de construir habitabilidad, es decir, vida comunitaria autoorganizada en los desiertos que produce el capital financiero pero que, a su vez, constituyan máquinas de guerra generadoras de dinámicas expansivas de reabsorción de las competencias y reapropiación de los recursos que el Estado todavía conserva.
22.Más allá de cualquier dimensión utópica, este tipo de experiencias de diseminan hoy por todo el mundo. No forman parte de un proyecto único, pero sí comparten herramientas de pensamiento. No tienden a la constitución de una organización unificada, pero sí coordinan sus acciones y socializan sus recursos. No se identifican bajo un mismo nombre, pero sí logran reconocerse en lo que sus apuestas tienen en común. Se trata de experiencias donde la potencia múltiple y creativa rechaza el destino impuesto de alimentar la acumulación de muerte y pasado que constituye al capital, desarrollando procesos colectivos de inmanencia, afecto, pensamiento, expansión y alegría.

23.
Asumir nuestras condiciones contemporáneas implicará asumir la tarea de religar el trabajo de elucidación a estas prácticas instituyentes contemporáneas. Poder investigar y cartografiar los nuevos movimientos y las nuevas resistencias, que funcionan como magmas que imaginan y construyen hoy las formas según las cuales se reinventa el proyecto de autonomía.


[1] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad/1. Tusquets. Barcelona, 1989, pag. 25
[2] La expresión corresponde a Rancière
[3] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad/1. Tusquets. Barcelona, 1989, pag. 178
[4] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad/1. Tusquets. Barcelona, 1989, pag. 178
[5] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad/1. Tusquets. Barcelona, 1989, pag. 183
[6] Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad/1. Tusquets. Barcelona, 1989, pag. 181

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