domingo, 7 de septiembre de 2008

Sobre “Maestros Errantes. Experimentaciones sociales en la intemperie” de Silvia Duschatzky




Franco Ingrassia



“You are the move you make”
Yes, Owner of a Lonely Heart



Errancia y nomadismo


El término “errancia” nombra en el libro una operación capaz de desplegar efectos subjetivos en condiciones de dispersión. En función de comprender su especificidad, tal vez resulte interesante lograr diferenciarla de una noción cercana pero distinta, el concepto de “nomadismo”, propio de condiciones sociales anteriores.


El nomadismo opera como práctica de apertura, de alteración de un ordenamiento establecido en condiciones de estructuración social. En un mundo reglado, en sociedades disciplinarias organizadas según esquemas de organización estables, el nomadismo se constituye como ruptura frente al sedentarismo de la norma. Su productividad radica en su capacidad subversiva, en el desarreglo capaz de introducir en el orden instituido. “Rotas cadenas”, trasgresión, libertad de movimientos: el nomadismo se inscribe en la serie de las figuras clásicas que conciben a la liberación como producción de indeterminación.


La errancia, por su parte, enfrenta problemáticas muy distintas. En lugar de un mundo saturado de ordenamientos, la errancia tiene que vérselas con intemperies, con los desiertos que la operatoria del mercado deja tras su paso. En condiciones de dispersión la indeterminación es, con mayor frecuencia, amenaza de desconfiguración antes que promesa de libertad.


La errancia tiene con el nomadismo un rasgo común: se trata de prácticas de movilidad. Pero allí donde el nomadismo se opone a la estabilidad estructural, la errancia se constituye como movimiento alternativo a la deriva aleatoria de la dispersión. Si la potencia específica del nomadismo es su capacidad subversiva, la errancia encuentra la suya en su capacidad de generar encuentros que devengan ocasión para la composición social.


Si el maestro errante se mueve, no es tanto para escapar de los ordenamientos institucionales –que, de todos modos, ya están desfondados- sino porque en la intemperie es imposible localizar de antemano los puntos de subjetivación en el territorio. La errancia es precondición de la composición social. Es allí donde la errancia construye su criterio de eficacia: se trata de movilizar los recursos de forma experimental para lograr estar "en el momento y en el lugar justos", para lograr componer ante la imprevisible emergencia de la ocasión.


No se trata tanto de lo que se deja atrás sino de lo que la errancia es capaz de producir en su movimiento.




Maestro configurante


Si la errancia se despliega en función de la composición de lazo social, entonces resulta posible pensar la figura del maestro errante también como maestro configurante.


El maestro configurante es aquel que construye la apuesta de producción -“donde sea y cuando sea” o, mejor, “en tiempos y lugares imprevisibles”- de situaciones pedagógicas (situaciones en las que "acompañar el preguntarse del otro" devenga posible).


La errancia es, entonces, función y precondición de la actividad configurante. El maestro configurante sale a recorrer la intemperie para ver qué puede armar, sale al encuentro de ocasiones de composición, de chances instituir experiencia común.


Y es en el marco de esa apuesta que se despliega la dimensión artesanal de la actividad configurante: se trata de composiciones singulares, producidas una a una, experiencias sin modelo que requieren que las operaciones de composición se reinventen cada vez.


La eficacia de las operaciones del maestro configurante estará ligada entonces a su capacidad recombinante. Al modo en el cual logre reformular recursos presentes pero dispersos para componer una situación con potencia de subjetivación.




Recursos dinámicamente localizables


La exploración de la productividad de la figura y de las operaciones propias del maestro configurante permiten también abrir una línea de investigación sobre el modo de reconfiguración institucional de la escuela contemporánea.


Repensar la escuela en estas nuevas condiciones probablemente implique comenzar a imaginarla como un punto de convergencia de recursos (humanos, técnicos, económicos, edilicios) sin función prescripta. Constituirla como fuente de recursos dinámicamente localizables a partir las experimentaciones propias de la errancia y la actividad configurante.


Entonces, la lucha por el reconocimiento de estas figuras pedagógicas contemporáneas podría implicar la lucha por constitución de escuelas recombinantes, con diseños institucionales abiertos, con herramientas espacios y horas de trabajo flotantes, disponibles para un uso experimental.



Empirismo y subjetividad


El movimiento de la errancia conduce al maestro a la diversidad de los encuentros. El maestro percibe y se afecta. Entra en contacto con diversos flujos de intensidades. El maestro configurante está en medio, siempre en medio, de afectos y percepciones. Y es esta apertura empírica a las intensidades de la intemperie las que le permiten imaginar, junto a otros, composiciones. La actividad configurante, como práctica de producción de subjetividad, implica imaginar un lazo. Conectar elementos previamente dispersos de modo que devengan recursos productivos. Componer es un trabajo de la imaginación. La apertura empírica hacia la dispersión es condición de este trabajo. Pero luego de lo que se trata es de trazar líneas de puntos. Imaginar lo que se podría hacer con lo que hay. Llamamos experimentación a la puesta en práctica de esta imaginación activa, al despliegue de este proceso de invención constituyente.




Situaciones pedagógicas, experimentación social y producción de subjetividad


Desde hace un tiempo, en la universidad experimental, venimos trabajando con una definición: “subjetividad” significa “forma de vida culturalmente construida”. La subjetividad queda entonces ligada a los modos en los que construimos y reconstruimos nuestras existencias.


Entendemos la actividad configurante de esta nueva figura docente como una práctica de producción de subjetividad. La apuesta es a construir otras formas de vida, capaces de habitar la intemperie. El maestro intenta acompañar a quienes deseen vivir de otro modo y, en el mismo proceso, inventarse otra vida de maestro. El maestro y quienes deciden trabajar con él para producir actividad configurante intentan construir alternativas a un destino de dispersión, superfluidad y desfondamiento. Es así como, de modo muy genérico, es posible pensar la práctica del maestro errante en términos de producción de subjetividad.


Pero tal vez sea posible avanzar un poco más. La lectura del libro hace posible formular una pregunta: ¿hay una especificidad en los (variadísimos, formalmente imprevisibles) dispositivos de producción de subjetividad que el maestro errante construye en su actividad configurante? Imaginamos una posible respuesta que parte de cierta noción de “situación pedagógica”. La hipótesis sería que la actividad del maestro errante se orienta hacia la composición de situaciones pedagógicas. Pero ¿cómo definir en términos contemporáneos una "situación (específicamente) pedagógica"? En las experiencias relatadas en el libro es posible leer una insistencia. Se trata de la función y de los efectos que determinadas operaciones, que podríamos llamar “simbólicas”, producen en las experiencias relatadas. Algo en el modo de vida de los chicos cambia cuando, con la ayuda de un maestro errante, componen un punto de relación con cierto elemento o práctica de producción simbólica: las fracciones, la lectoescritura, la producción de revistas y videos.


Tal vez sea posible pensar la especificidad del trabajo del maestro errante por aquí: un tipo de producción de subjetividad que pasa por la introducción de ciertos recursos de metaforización, cierta dimensión del lenguaje que permita tramar otra relación con las afecciones y las percepciones. Algo que conecta con lo que, años atrás, decían ciertos amigos: en condiciones de dispersión, el testimonio constituye experiencia.


¿Se podrá definir hoy una situación pedagógica como un proceso de experimentación de nuevas relaciones con el saber y con las prácticas de simbolización puesto al servicio de la producción de subjetividad? ¿Será el maestro errante aquel que tiene capacidad de reactivar, de forma fragmentaria y experimental, algunos de los recursos simbólicos y saberes presentes todavía en la escuela?


Una ética experimental


Tengan el destino que tengan estas preguntas, posiblemente sea la apuesta por convertirse en el movimiento que uno produce el núcleo de la figura del maestro errante. Una ética experimental que, como dice Pessoa, se propone “hacer de la interrupción un camino nuevo, de la caída, un paso de danza, del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda ...un encuentro.”

Obtenido de: http://universidadexperimental.a.wiki-site.com

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